Hacía mucho que mis mininas pezuñas no se postraban ante el teclado para escribir una entrada en el Blog. ¿Un motivo? ¿Solo uno? I'm lazy, I'm lost, I'm doomed. Pero, ¿esos no suman tres? No, querido lector, el motivo es el mismo. Soy yo. Hoy incluso he estado a punto de darlo por perdido al no ser capaz de recordar el nombre de la cuenta que usé para entrar. Imagínate el percal. Eso no significa que haya dejado de escribir. He escrito y he vivido mucho desde la última entrada. He cambiado, he mutado. Pero mis rallas en el lomo se mantienen. Y mi necesidad de explicar, de contaros como que aún mi dueña me deja colocarme sobre sus muslos y teclear inconexas palabras que nacen de un gato callejero, persisten.
Hoy, día indicado por la fecha de la entrada (me saltaré los específicos), me siento tan libre y tan domesticado como la primera vez. Mis oídos tiemblan a la voz de Alanis, mis labios consumen el endless perfume del tabaco, y mis ojos se han paseado ya por tantos libros que he podido crearme una escalera con ellos. ¿Escalera al cielo? He escuchado la canción, la he memorizado y olvidado. Y no, los libros no me acercan a las tierras del magnífico, ni siquiera me siento más liberado, pero me han ayudado a entender una sencilla cuestión: El saber son las tiras de papel que se pintan sobre los arañazos grabados en las paredes de mi mundo. No borraré lo que he vivido, maullado, llorado, sentido, pero si lo cubriré con fotografías con escenas de superación, fuerza, alegría y pena.Y me subiré a mi escalera. Y treparé por ella y me asomaré al mundo, aunque sea a través de una ventana barrada. Una ventana dónde se enganchan mis garras y siento odio e impotencia.
Mañana. El mañana será otra guerra que habré de librar. No sucumbiré al placer sencillo del evitar. No dejaré que me pisen, por muy pequeño que sea. Y, ante todo, correré cuanto pueda para acercarme a mi amada, que por muy lejos que esté sé que aún maúlla por mi. Por su pobre y desgraciado gato callejero, que una vez fue arrastrado hasta las manos del cirujano que hizo de sus entrañas su juego personal.
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